martes, 25 de febrero de 2014

Las fórmulas del fútbol argentino

Más allá de las tácticas y de los estilos de juego, hay un denominador común entre los clubes triunfadores: sus dirigentes sostienen procesos a largo plazo.

Por PABLO ARO GERALDES
Nota de tapa de ESPN Magazine, febrero de 2014.

Cuando los dirigentes anuncian el inicio de “un proyecto a largo plazo” hay que saber escuchar, porque cuando lo urgente supera a lo importante, los plazos se acortan tremendamente. “Los resultados mandan” es esa máxima que sobrepasa el respeto a los contratos. Pero la continuidad de los procesos es el mejor camino al éxito. Como mejor ejemplo están los cinco años que Ricardo Gareca estuvo al mando de Vélez Sarsfield, período en el que el club obtuvo los torneos Clausura 2009, 2011 y el Torneo Inicial 2012.
La decisión de Gareca de no renovar su contrato deja a Gustavo Alfaro como el entrenador que lleva más tiempo trabajando en un mismo club de Primera A, aunque tampoco lo pasa ningún DT de la B Nacional. Llegó en 2006, pero tuvo un paréntesis en Rosario Central (2008/09). En este segundo período, iniciado a mitad de 2010, Alfaro guió al club de Sarandí a las conquistas del Clausura 2012, la Supercopa 2012 y la Copa Argentina 2013.
Ricardo Zielinski, DT de Belgrano.
Ricardo Zielinski debutó en Belgrano en 2011 en un equipo que en la fecha 13 había estado último en la B Nacional. Él lo tomó en la mitad de debajo de la tabla y lo alzó hasta la histórica Promoción que significó el descenso de River Plate. En el Apertura 2011 escoltó a Boca Juniors, el campeón, y en el Inicial 2012 quedó a cinco puntos de Vélez. El año pasado llegó a la Copa Sudamericana.
El contrato del Ruso termina con este primer semestre y en este “mundo del revés” que es el fútbol argentino será uno de los casos aislados de un técnico que completa su período.
El respeto a los contratos da frutos. Así lo testimonia Newell’s Old Boys con Gerardo Martino: en sus tres torneos salió 4.º, 2.º y campeón, además de llegar a las semifinales de la Copa Libertadores. Tras su partida al Barcelona, el club apostó a la continuidad del plan con Alfredo Berti. También Lanús, que se jugó por el proyecto de Gustavo Barros Schelotto, alejado del perfil polémico que cultivó como jugador, con un fútbol de protagonismo y matiz ofensivo. Y San Lorenzo, que supo resistir los embates contra Juan Antonio Pizzi cuando los resultados no acompañaron: terminó llevando al equipo a su noveno título del profesionalismo.
Un repaso a las fórmulas exitosas (y no tanto) que experimenta semana tras semana, temporada tras temporada, el alicaído fútbol argentino.

NUEVAS IDEAS VIEJAS
Hay algo peor que no respetar los “proyectos a largo plazo”: no tener ningún proyecto. Así, Independiente fue pasando de manos, de Garnero a Mohamed, de Ramón a Cristian Díaz, de Gallego a Brindisi… El resultado fue el peor de su historia y hoy juega en la B Nacional.
La falta de ideas no es solo patrimonio de los clubes más modestos. Cuando los resultados no acompañan, los dirigentes buscan en los logros del pasado las fórmulas mágicas para levantar campañas paupérrimas. Y, generalmente, las segundas (o terceras) partes no son buenas. Gallego era el salvador de Independiente, pensando que la gloria de antaño pesaría más que un plantel deficiente. Algo similar hicieron Boca y River recurriendo a Carlos Bianchi y Ramón Díaz, y eso mismo intenta Racing con Reinaldo Merlo, después de evidenciar su falta de rumbo, contratando a Simeone, Basile, Zubeldía e Ischia, sucesivamente.
Reinaldo Merlo y Ramón Díaz.
Aunque la fórmula de la continuidad resulta ser la que sube al podio, la falta de ideas dirigenciales sigue recurriendo al despido de los entrenadores como fusible para evitar un recalentamiento inevitable.
Basta mirar hace exactamente un año, nada más: 14 de los 20 entrenadores que empezaron el 2013 hoy no están en su cargo: Zubeldía (Racing), Gallego (Independiente), Pizzi (San Lorenzo), Gareca (Vélez), Cagna (Estudiantes), Gorosito (Tigre), Romero (All Boys), Schurrer (Argentinos), Palermo (Godoy Cruz), Sava (Unión), De Felippe (Quilmes), Perrone (SMSJ), Martino (Newell’s) y Sensini (Colón). La receta del éxito a cualquier precio suele conducir al fracaso. Solamente se mantienen en su puesto Alfaro (Arsenal), Bianchi (Boca), Burruchaga (Rafaela), Zielinski (Belgrano), Barros Schelotto (Lanús) y Díaz (River).

SE VENDE
En el fútbol argentino no existe la etiqueta de “intransferible”. En cada equipo, los once jugadores que salen a la cancha están en venta, listos para recibir ofertas. Si el número es tentador para el jugador, hará lo posible por desvincularse del club. Si la cifra le cierra a los dirigentes, no importará entonces la opinión del entrenador.
Ya no solamente se rompen los contratos por un llamado del Milan, el Barcelona o el Manchester United: ante la devaluación del peso argentino, una “buena oferta” puede ser un pase a los Emiratos Árabes Unidos, el fútbol centroamericano o una segunda división europea.
Así, el fútbol argentino va virando hacia un modelo de juveniles y veteranos, donde la “generación intermedia” juega por todos los rincones del planeta. Así, hay que conformarse con ver a los talentos emergentes como Lamela, Dybala, Centurión o Iturbe por televisión. Y en el otro extremo, el retorno “a los colores amados” de aquellos que pasaron largamente los treinta deberá interpretarse como una falta de ofertas para seguir en el exterior.
Por eso, la fórmula de la continuidad que funciona con los técnicos, también se aplica a los futbolistas. Pero las deudas aprietan a los clubes y desprenderse de sus figuras es la salida más rápida.

LOS PASIVOS
“Hay que reforzar el plantel” es la consigna del entrenador recién llegado, que hará gastar dinero a cuenta a una dirigencia que no lo respaldará cuando los resultados le den la espalda. Así llegan jugadores que quedarán a un lado con el técnico siguiente y representarán una carga económica para el club; la historia ya es conocida. Cuando es difícil obtener ingresos, una buena medida es restringir los egresos. No comprar, apuntalar las inferiores, algo que tan bien hacen clubes como Vélez, Lanús o Newell’s.
Julio Grondona, presidente de la AFA.
Es que las deudas de los clubes argentinos son alarmantes, pese a que desde agosto de 2009 reciben el dinero estatal del Fútbol para Todos (el gobierno se comprometió a subir de 825 a 975 millones de pesos la cifra que le paga a la AFA anualmente por los derechos televisivos). Cuando el dinero se malgasta, no hay presupuesto que sirva. Antes de finalizar el 2013, la AFA anunció que no habrá más dinero y que los clubes que tuvieran atrasos en los pagos no podrían sumar incorporaciones para arrancar el Torneo Final. Ese enojo de Julio Grondona, presidente de la institución, se elevó cuando Colón no se presentó a jugar ante Atlético de Rafaela por una deuda. Todo estuvo mal manejado desde el club, al que se le sumó una desafortunada participación de Futbolistas Argentinos Agremiados. ¿Sanciones? Eh…
Pero en el rubro deudas, ninguno alcanza a River, cuyo pasivo ronda los 400 millones de pesos. “Conmigo se acaba la joda”, había prometido Daniel Passarella al asumir la presidencia en diciembre de 2010. Aunque durante su mandato se vendió a Buonanotte, Lamela y Ocampos, la deuda creció y la administración a cargo de Rodolfo D’Onofrio deberá enderezar un déficit operativo que supera los $ 8 millones mensuales.
Boca no se queda atrás: tiene un pasivo de 176 millones de pesos, según el balance 2012/13. Aunque, habría que mirar con recelo esos balances. En River, por ejemplo, el último de la era José María Aguilar, se contabilizaba como activo la clasificación de River para la final de la Copa Libertadores, aun antes de debutar en el torneo. Passarella recurrió a un artilugio semejante y contó con 34 millones de pesos de la venta de Gabriel Funes Mori, aunque no se vendió. Si queda libre, esos 34 millones se habrán escurrido por la rejilla del patio.

Los grandes ganaron solamente dos de los últimos diez torneos (Boca, el Apertura 2012; San Lorenzo, el Inicial 2013), mientras que los otros ocho se los repartieron Vélez (3), Banfield, Argentinos Juniors, Estudiantes de La Plata, Arsenal y Newell’s.
River e Independiente descendieron, Racing y San Lorenzo pasaron por la Promoción (2008 y 2012, respectivamente)… La grandeza quedó en las vitrinas, pero no se traducen en los saldos bancarios.
En Independiente, el presidente Javier Cantero confesó que necesita “buscar plata por donde se pueda” para empezar a saldar las deudas impagas. Si alguno quiere creer en las “malas administraciones” es, al menos, ingenuo. Basta recordar el escándalo de las triangulaciones denunciado por la AFIP en 2012; transferencias de jugadores a Europa que pasaban (en los papeles) por modestos clubes, principalmente de Uruguay, para evadir impuestos. Toda una “ingeniería delictiva” que compromete a jugadores, dirigentes y representantes.
Apostando al ataque o firmando el cero en el arco propio. Con tres en el fondo, con doble 5, con un solo delantero… Las distintas tácticas del fútbol argentino demostraron que pueden llegar al triunfo. Sin embargo, el denominador común en la mayoría de los procesos exitosos es la continuidad. Una fórmula que no es ningún secreto, pero que tan difícil resulta conseguir.


VIOLENCIA, LA OTRA DEUDA
Desde el asesinato de Enrique Battcock, el 21 de octubre de 1922 en cancha de Tiro Federal de Rosario, el fútbol argentino contabiliza 281 muertes. Es una cifra escalofriante que, lejos de detenerse, se acelera.
Los costosos sistemas de cámaras de monitoreo instalados en los noventa sirven para ver hasta los rasgos más detallados de los violentos, pero difícilmente esas imágenes terminen en detenciones. ¿La solución? Basta de visitantes. Pero los operativos policiales siguen siendo de cientos de efectivos, pagados por los clubes, que ahora le reclaman a la AFA que colabore con parte del dinero para la seguridad. Claro que los clubes también tienen manchas cada vez más difíciles de esconder: desde “barras” que son empleados de la institución, reparto de entradas gratis a los violentos y hasta la vergüenza de crear sectores para “hinchas neutrales”, y así burlar la disposición que prohíbe el ingreso de visitantes. Otros, más inescrupulosos, para no perderse los ingresos que genera recibir a uno de los equipos “grandes” optaron por ofrecer hacerse “socio por un día”, permitiendo que por un costo muy superior a una entrada los visitantes ingresen con carnet local.

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